En los lugares veraniegos la oferta de comida resulta por demás abundante y variada. Lo que no es extraño, cuando se piensa que uno de los placeres que deparan las vacaciones está constituido por el hecho de comer, por lo general con mayor abundancia que en la vida normal. Es algo que viene a complementar esas jornadas de esparcimiento, de diversión y de descanso
Cualquiera que permanezca, aunque sea por muy breves días, en los parajes veraniegos de nuestra provincia, puede comprobar la abundancia de la oferta de comida. Pero lo que no puede verificar, es que alguien controle el estado sanitario de dicha oferta. En efecto, brillan por su ausencia los recaudos de esa índole. No suele figurar, entre las preocupaciones de esos municipios o comunas, tal tipo de verificaciones. Quien quiera vender algún tipo de alimento en la vía pública o en un local, sencillamente lo hace.
Así es como nadie sabe con qué ingredientes y en qué condiciones se cocinó o se elaboró eso que el turista ingiere confiadamente, como parte de su programa de vacaciones. Empanadas, tamales, humitas, embutidos, quesos y otras delicias de la cocina regional, pueden contener bacterias de alto peligro para la salud, y nadie se preocupa por establecer sí así ocurre realmente. En realidad, la higiene de los puntos veraniegos es por regla general más que precaria, no solamente en cuanto a la venta de alimentos se refiere, sino también en muchos otros rubros. Las cocinas de las casas de comida suelen ser ámbitos de muy escasa higiene; y qué decir de lo que ocurre con las instalaciones sanitarias, que demasiadas veces no merecen siquiera el nombre de tales.
Como lo dijimos en uno de nuestros editoriales recientes, esa despreocupación oficial contrasta con la -también oficial- inquietud que se publicita hasta en grandes carteles, recomendando a la población precaverse de las epidemias y aplicarse vacunas. No es necesario ponderar la cantidad de enfermedades, muchas de ellas muy graves, que pueden afectar a las personas a causa de comidas en mal estado. Como también es sabido que el problema puede ser especialmente serio, en quienes cuentan edades avanzadas, o poseen una delicada salud.
Nos parece que estos temas, que se relacionan con algo de tanta trascendencia como es la preservación de la salud, debe obrarse con energía y sin medias tintas. Queremos decir que, en los parajes veraniegos, sus autoridades municipales deben enfocar resueltamente el tema de la aptitud sanitaria de todo alimento que se expenda al público.
Se debe contar con inspectores, que verifiquen este aspecto con la seriedad debida, y que cancelen de inmediato todo expendio que resulte sospechoso de elaboración antihigiénica. De más está decir que las medidas de ese tipo habrán de suscitar, previsiblemente, la molestia en muchos vendedores, al ver que el control de referencia les crea obstáculos en una actividad que han venido desarrollando sin tropiezo alguno. Pero en algún momento debe modificarse la tradicional indiferencia que reina, en esos ámbitos, sobre temas tan vitales como el que nos ocupa. La higiene es un asunto con el cual no se juega, y a todos interesa que los recaudos respectivos se apliquen como corresponde, en todos los puntos de la provincia. No existe ninguna razón para que los que -en teoría al menos- se exigen en la ciudad capital, sean obviados en los parajes veraniegos.